La Mirada Inocente, Jean Klein
3
es decir, de la dualidad, la respuesta, teniendo por origen el Silencio, se sitúa en un pla-
no distinto y no tiene por objetivo la resolución conceptual del contenido verbal de la
pregunta, sino más bien la incidencia directa en el conflicto que le subyace y genera.
Puede ser que estas circunstancias dificulten en ocasiones la percepción del vínculo
existente entre pregunta y respuesta; pues tal vínculo —tanto por razones pedagógicas
como a causa de la disparidad de planos en que pregunta y respuesta se localizan— no
siempre será susceptible de ser acomodado en el orden lógico de la razón; y, desde lue-
go, nada más lejano a la enseñanza de Klein que el propósito de tal acomodación.
Klein insiste en ello repetidas veces: “No se puede contestar a la pregunta desde el
nivel de su formulación, pues la respuesta apunta siempre hacia la verdad y, en conse-
cuencia, no se encuentra en el mismo plano que la pregunta… La respuesta aquí está
sugerida; muy a menudo es incompleta, nunca está limitada y siempre obliga a desarro-
llarla a quien hace la pregunta… pero no hay que tratar de comprenderla utilizando
otras respuestas como referencia”. Y a la impugnación “Considero que no ha respondi-
do usted a mi pregunta”, contesta: “No puedo responder a tu pregunta porque tomas mi
respuesta en un plano conceptual en lugar de vivir la experiencia que te propongo. Mi
respuesta está dirigida a conducirte a una actitud interior de dejar-hacer en la que
estás obligado a abandonar toda formulación y a quedar tranquilo, a la escucha”.
No les será imposible a las mentes hipercríticas encontrar supuestas incoherencias o
contradicciones en las palabras de Klein. Es casi innecesario señalar que tales contradic-
ciones no van más allá de la apariencia, estando motivadas en ocasiones por el carácter
individual y específico de su destinatario —no a todos tiene por qué convenir idéntica
enseñanza— o por las limitaciones inherentes a la propia estructura del lenguaje. Desde
una perspectiva más sintética que analítica, tales diferencias, cobrando su verdadero
valor, se integran armónicamente en una síntesis unitaria.
Ante una respuesta que surge del Silencio y apunta hacia el Silencio, vano será tratar
de encerrarla en el estrecho marco de los esquemas conceptuales propios de la razón
discursiva. Las palabras de Klein no deben ser interpretadas ni almacenadas en el de-
pósito sin fondo de la memoria, sino escuchadas, escuchadas desde el silencio de la
meditación.
Puede por tanto decirse que no es este un libro para ser leído, en el sentido habitual
de la palabra, sino más bien para servir de soporte a la meditación. La enseñanza de
Klein es de orden esencialmente práctico; es un maestro que muestra al que escucha la
perspectiva justa en el instante único del presente, proyectando, por decirlo así, una co-
rriente energética que, adecuadamente recibida, se transformará en silencio en su inter-
ior.
La voz de Klein es la voz del Silencio. Escuchemos.